Te besé con concepción trémula.
Te rocé con mis labios agrietados por el sinsabor.
Te forjé perfecta, suave, rotunda.
Me encontré de repente degustando la esquiva
forma de manifestar mi desdén de amor.
Inquebrantable reincidencia de mis aventureros bordes.
Tomando por asalto la blandida delicia de tu admirable boca
confluida en el paciente y a la vez súbito suspiro de mí ser, emanado
desde tú alquimista presencia ciega cual águila, muda cual ruiseñor.
Rubicundos, lozanos, majestuosos, sugerentes.
Adictivos, desafiantes, liberales.
Danzantes e incitantes.
Desperté del sueño en que se convirtió ser súbdito de tú boca...
Esa boca…
Sentirte mía en la unión de tus labios y los míos.
Desafiando la estética, irrespetuosa del qué dirán.
Eres lo más cercano a la concepción de la vida, de la existencia,
de la evolución.
Volví a nacer una vez que te besé.
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