miércoles, 19 de enero de 2011

Renacer

Hubo un silencio inminente abrazado a sutil opacidad de la noche que cobijó los motivos serenos de llanto de ese cuerpo inanimado y sin luz, donde los recuerdos eran servidos en copas, el agrio elixir de la nostalgia acompañado de la pesada carga del cansancio en sus ojos.

El desdén se apoderó sutilmente de la mansa criatura desposeída de artilugios para enderezar su gris desenlace, sumergiéndose en una turbia y helada dimensión de exánimes impulsos donde no se pueden gobernar los sueños…

Simulando suspiros de proezas ha de abordar la gélida proa de ese titánico barco, que navega en el manso manantial del profundo mitológico Morfeo, divagando en la inconsistente búsqueda de lo que nunca fue un imposible y ahora es improbable.

Y todo se tornó oscuro…

Fugaz y contundente haz de luz se repliega en sus amurallados ojos desde una puerta inquieta, que transmite calor, sutileza y cobijo. Ese cuerpo sobornado por el intratable desmán de las imposibilidades se encuentra ceñido a las garras afiladas de la soledad, mientras esa mágico albor inconstante, pero perseverante, lo hacen desear reventar las cadenas que lo sujetan, pues genera en él la necesidad de explorar su probable cándida y única oportunidad.

Satisfizo su duda en un arrebato de paranoia desgarrando su piel de las ataduras y sin un somero titubeo transgredió la ondeante puerta hacia la luz, esa que bañaba de gracia inmaculada sus generosos impulsos de transformación.

Cálido y sereno, sortilégico y envolvente, hipnótico y multicolor…

Desmenuzando las ganas su alma una vez impactada por la sutil dimensión, lo retrajo a sus días de resguardo en aquel abrigado bolsón maternal, de donde nueve meses bastaron para ser el lugar más genial de su improbable corta vida que se batía entre vivir y desdichas.
Renacer fue la única opción de ese cuerpo para reconocer que nada era tan malo después de todo. A partir de ahora ha de comprender, amar y vivir como su último e incierto día, lleno de plenitud y gracia divina.

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